jueves, 25 de mayo de 2017

De los Looney Tunes a La Patrulla Canina: cómo los niños se volvieron tontos

¿Dónde han quedado aquellos niños que crecieron a la vez que Bugs Bunny, El Pato Lucas, Silvestre y Piolín, El Coyote y el Correcaminos? ¿Qué ha sido de los pequeños inocentes que se mantenían frente al televisor, expectantes de ver a Heidi o Marco en una época donde la comba y las chapas eran la sensación?

Barrio Sésamo, The Muppets y Mickey Mouse, son sólo algunos de los ejemplos de aquellos dibujos que entonces educaban a los niños de familias de todo el mundo. Eran dibujos que infundían valores, pequeños sketches con una moraleja que en algún momento de la infancia recordarías para saber diferenciar el bien y el mal. Todos sabemos que El Coyote y Silvestre son los malos, porque quieren comerse al Correcaminos y a Piolín, y a la vez todos aprendimos que los coyotes son depredadores, y que los correcaminos están entre los animales más rápidos del mundo; por ejemplo.

Los dibujos animados, las series infantiles, las marionetas eran una forma más de educación, con la televisión aprendías cosas, a la vez que te divertías, éramos niños, los documentales eran demasiado lentos para nuestro ritmo. Hoy el ritmo es aún más rápido, y las animaciones también lo son.

Mientras que en el 87 aprendíamos la anatomía humana con Érase una vez elcuerpo humano, hoy dejamos a nuestros hijos en manos de Peppa Pig o La Patrulla Canina. ¿Qué valores se infunden hoy a través de los dibujos animados? ¿Os habéis detenido sólo un minuto para ver qué es lo que ven nuestros hijos, las futuras generaciones, desde que tienen conciencia de lo que es la televisión? En muchas ocasiones bastan 30 segundos para darse cuenta de que estamos criando generaciones inútiles.

Hoy una tal Dora, la exploradora, anima a los más pequeños de los hogares a cantar y saltar, a mezclar el inglés con el español… “Pero aprenden inglés”, dicen algunas madres, “no están parados embobados mirando la tele, se mueven”, dicen otras muchas… Pero, ¿puedes dejar al niño sólo explorando la selva con Dora? Yo lo hice, dejé a mi sobrino de cuatro años sentado en el sofá, sólo mientras iba al servicio, menos de dos minutos solo bastaron para encontrarme al niño llorando en el suelo a mi vuelta. ¿Qué había ocurrido? La exploradora había indicado a mi sobrino, y como a él a todos los niños que estuviesen viéndola, que se levantasen y saltaran para que no sé qué personaje les viera a lo lejos… Mi sobrino se puso en pie en el sofá y saltó, con la desdicha de terminar en el suelo. Ahora nunca ve esos dibujos.

La generación de los noventa se crió con dibujos como El Laboratorio deDexter, protagonizado por un científico (quizás prepotente y egocéntrico, hecho por el que se llevaba más de un escarmiento), que experimentaba con química, tecnología y robots y que aumentaba la curiosidad de los niños hacia las ciencias. Los niños de los noventa crecieron con la Pajarería de Transilvania, donde una especie de veterinario enseñaba las criaturas más extrañas y curiosas del mundo fantástico. Jugaron con las Supernenas, tres niñas (sí, niñas, en femenino), superheroínas con poderes amorosos y un tanto cursis pero que todos los días salvaban la ciudad en la que vivían de un malhechor.

Más grande aún es la Compañía Disney, que ha entretenido y educado a cuatro generaciones ya, y continúa haciéndolo, cada vez más acorde, actual, revitalizando los valores según la sociedad, pasando de “princesitas en apuros” como La Bella Durmiente a grandes heroínas como Mérida (Brave) o Elsa (Frozen).

Ya no están los pequeños Rugrats haciendo travesuras, crecieron y dieron paso a animaciones como Bob Esponja, La Banda del Patio o Sin Chan. ¿Quién quiere que su hijo se cría viendo unos dibujos sin ningún tipo de sentido? Bob Esponja no es más que una mezcla de realidades mal dibujadas, el mar, una esponja, y vídeos de personas de carne y hueso. La Banda del Patio ya mostraba los roles de líder y empollón que hoy día causan tantos casos de bullying. Y, ¿hace falta que hable de Sin Chan? Un niño de cuatro años que va enseñando el culo y “la trompa” allá por donde va.

Eso es lo que les estamos enseñando a nuestros hijos, primos, sobrinos y nietos. Les dejamos frente al televisor para tenerlos entretenidos pensando que van a ver cosas como las que nosotros tanto disfrutábamos y con las que tanto aprendíamos, pero no. Ellos se tiran horas delante de la pantalla viendo robots peleándose, a animales apagando fuegos, a ninjas batiéndose en duelo… Ven niños maleducados y estéticamente feos.

Tengo entendido que se ha puesto de moda La Patrulla Canina, y el otro día quise ver qué clase de dibujos eran. Una animación en 3D donde hay animales que hacen como de personas, hasta aquí bien. Entonces empecé a escuchar, y vi cómo hablaban los personajes entre ellos: no sólo son los valores que infunden, no sólo es el tipo de dibujo (bonito o feo), es que las conversaciones parece que son para tontos. Los niños no van a saber expresarse bien nunca si lo que más ven es “eso”.

Imaginad una familia cuyos padres trabajan ambos. El niño va por la mañana al colegio, donde ve a sus compañeros, los únicos (junto al profesor) con los que interactúa. Come en el comedor, y su madre lo recoge a las 16 horas. Le lleva a casa y le pone la merienda mientras ve los dibujos animados, ve estos dibujos, lo que más escucha el crío son las conversaciones de esas animaciones, porque son las mismas que oye en los demás niños que también la ven. Sólo la madre y la profesora pueden ser referencia a la hora de hablarle al niño para que aprenda a expresarse correctamente.


Nos olvidamos de que los niños son niños, pero no son tontos, y los dibujos van encaminados a crear generaciones de chavales sin “vida”. A los niños no se les debe ocultar el mal para que no lo hagan, se les debe mostrar y enseñar a diferenciarlo del bien.

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